Aunque se han consolidado como una tendencia, los denominados “espacios abiertos” plantean impactos negativos a la productividad y al bienestar de los trabajadores.
Por Rita Gasalla, CEO de Galöw
Mucho se habla de las oficinas abiertas como parte del fenómeno de nuevas formas de trabajo. Nada menos cierto. Esta distribución de los espacios se utilizó por primera vez en 1904, y se popularizó enseguida, porque además de facilitar el control de personal por parte de los supervisores, permitía una mayor optimización espacial, especialmente en escenarios en los que el precio del metro cuadrado es elevado.
En esa búsqueda de eficiencia, se redujo el ratio de superficie por ocupante y con el tiempo, se han incorporado algunas zonas lúdicas y otras áreas de trabajo en equipo. No obstante, se trata del mismo tipo de espacios con más de un siglo de vigencia, que tienen unas consecuencias que es hora de asumir y abordar.
Una de ellas, es que al tratarse de grandes espacios sin barreras físicas al ruido, este se difunde provocando distracciones e interferencias en el trabajo, afectando a la concentración y al bienestar laboral. Hoy sabemos, gracias a múltiples estudios, que el ruido tiene una repercusión negativa en los factores anteriormente descritos, en suma, afecta negativamente la productividad de una empresa.
Algunos estudios avalan que un espacio de trabajo ruidoso puede disminuir la productividad en torno a un 15%, especialmente cuando se trata de tareas complejas. Es tan relevante el asunto que según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación acústica se encuentra entre los cuatro factores medioambientales con mayor impacto en la salud, y de acuerdo con la Comisión Europea, se estima que cerca del 20% de la población de la Unión Europea sufren niveles de ruido que los científicos y expertos en salud consideran inaceptables y al menos 10.000 casos de muertes prematuras anuales son provocadas por este factor.
¿Qué es el ruido y por qué nos afecta?
El ruido es el sonido no deseado. Está integrado por dos componentes: una física y medible, y otra subjetiva, que es la sensación de molestia percibida de manera diferente por cada individuo.
El ruido en el interior de los edificios nos llega esencialmente desde cuatro fuentes: el procedente del exterior, el de las instalaciones, el de los equipos y máquinas, y el que producimos las personas. Todas estas alimentan el nivel global de ruido de nuestro entorno.
Y los efectos de lo anterior pueden evidenciarse en malestares que impiden la atención y alteranlos procesos cognitivos, la comunicación y el sueño; así como en una pérdida de capacidad auditiva, en estados crónicos de nerviosismo y estrés, que a su vez, pueden conducir a trastornos psicofísicos, enfermedades cardiovasculares y alteraciones del sistema inmunitario. No se trata de algo menor.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Las medidas de control son más eficaces cuando se actúa sobre la fuente generadora de ruido. Hay casos en las que solucionar un problema de ruido no es posible sin reformar la estructura y fachada de un edificio, por lo que es esencial acometer una estrategia del tratamiento del ruido desde el origen de un proyecto. En esto los arquitectos tenemos una gran responsabilidad.
Para los espacios de oficinas hay algunas pautas generales recomendables a adoptar:
- Agrupar equipos ofimáticos en habitaciones independientes.
- Además del aislamiento acústico, se evita también que el ozono se disperse por el resto de la oficina.
- Instalar sistemas de ventilación y climatización con maquinas silenciosas, empleando sistemas antivibratorios y aislando conductos.
- El uso de materiales fonoabsorbentes en paredes, suelos, techos y mobiliario es esencial para bajar el tiempo de reverberación del ruido.
- Aislar acústicamente los espacios, tanto del ruido exterior como del que se transmite entre los diferentes espacios interiores.
- Y por último, pero no menos relevante, estimular conductas que respeten el silencio: bajar volumen móviles, hablar bajo, e incluso disponer de espacios individuales con tratamiento acústico específico para hablar por teléfono.
El ruido en los espacios de trabajo puede provocar que una empresa deje de ser competitiva, pero también es una fuente potencial de problemas de salud. De ahí que resulte necesario evaluar la conveniencia de las distribuciones de oficinas en grandes Open Spaces.
Ahora que todos los desarrollos de productos y servicios se enfocan en el usuario y sus necesidades, la arquitectura saludable debería ser un enfoque irrenunciable. Debemos repensar si los espacios en los que pasamos alrededor del 90% de nuestra vida, están pensados para nosotros o si están suponiendo un lastre para la salud de sus ocupantes y para el crecimiento de la empresa.
Imagen de portada: Open space de Johnson Wax, proyectado por Frank Lloyd Wright en 1936.