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Recientemente leía un artículo que aseguraba que un edificio inteligente es aquel que emplea la tecnología más avanzada y reduce los costes de funcionamiento. Indudablemente esos aspectos son fundamentales, pero habría que añadir que no hay edificio inteligente si no es saludable.

La pandemia nos ha obligado a repensar los espacios de trabajo, para que además de innovadores, tecnológicamente avanzados y eficientes, sean seguros y saludables.

Ahora, esos espacios deben responder a las necesidades de las personas, con un nuevo modelo, flexible, que permita distintas formas de trabajar; que atraiga y retenga el talento y que ofrezca mejores experiencias a los usuarios. Todo ello sin incrementar costes.

En este contexto, se abren paso nuevos conceptos como el “agile workplace”, un espacio de trabajo ágil, como su nombre indica, en el que un equipo de personas, con libertad y autonomía, construyen colectivamente en un entorno que favorece la comunicación y la relación entre compañeros. Y, además, reduce el estrés, mejora el ambiente laboral y el compromiso con la empresa.

Todos podemos comprender que este ambiente amable favorece la creatividad y la productividad de los equipos. Las empresas son más conscientes que nunca de que para ser competitivas deben proteger y potenciar su principal activo, el capital humano. Y aquí es donde entran en juego la Arquitectura Saludable y la neuroarquitectura, porque los espacios construidos, como certifican prestigiosos estudios realizados al respecto, impactan en el bienestar físico y mental de las personas y en su productividad.

Como decía, no hay entorno inteligente, si no es saludable. Y eso lo medimos con parámetros que nos permiten detectar qué beneficia y qué perjudica a las personas y cómo, por lo tanto, podemos reducir los costes por absentismolaboral.

¿Qué factores medimos para saber si un espacio de trabajo es saludable? Los fundamentales son la calidad del aire; el confort acústico e higrotérmico y la iluminación.

Sobre la calidad del aire se ha escrito mucho en los últimos años por razones obvias. Lo cierto es que estudios anteriores a la pandemia ya alertaban sobre la importancia de ventilar y filtrar el aire que respiramos, para eliminar las partículas nocivas y para potenciar la capacidad intelectual de las personas.

Los espacios mal ventilados nos provocan dolor de cabeza, fatiga, congestión nasal, mareos, náuseas…Este conjunto de síntomas derivados de la exposición prolongada a espacios mal ventilados, ya se definió en 1984 por la Organización Mundial de la Salud, como el síndrome del edificio enfermo (SBS). Yo prefiero llamar a ese tipo de edificios enfermantes para que se entienda que es el edificio el que provoca problemas de salud a las personas.

Estudios realizados por el “International Well Building Institute” demuestran que una mejor calidad del aire incrementa la productividad entre un 8% y un 11%.

También alertan sobre otros factores como el ruido que puede reducir la eficiencia en el trabajo hasta un 60%.  Para evitar el ruido, es tan importante el aislamiento como el acondicionamiento acústico de los espacios. El ruido afecta a nuestro bienestar físico y mental, reduciendo nuestra concentración e influye negativamente en la calidad de nuestro trabajo. También altera los sistemas cardiovascular y endocrino.

Otros de los factores clave son temperatura y humedad. Todos sabemos que los valores para alcanzar el confort higrotérmico varían entre los diferentes individuos, pero debemos automatizar el ajuste a las preferencias de los usuarios, ya que, si trabajamos en condiciones térmicas desfavorables y con niveles de humedad inadecuados, podemos sufrir dolores de cabeza, cansancio, problemas de concentración, irritabilidad y hasta alteraciones cardiacas.

En la iluminación, lo ideal es aprovechar al máximo la luz natural durante el día, y complementarla con iluminación artificial con buena reproducción cromática y a ser posible adaptada a los ritmos circadianos, aquellos que regulan a lo largo del día procesos biológicos como el sueño. La calidad, intensidad y dirección de la luz condiciona nuestro confort visual y es fundamental para poder dormir bien y evitar dolores de cabeza. Una iluminación incorrecta reduce nuestro rendimiento.

Hay además otros factores importantes como la naturación. Introducir plantas vivas tiene un probado efecto positivo en nuestro estado de ánimo, nos inspiran y purifican el aire. Estudios de las Universidades de Cardiff y Exeter certifican que tener plantas o disfrutar de buenas vistas aumenta la productividad hasta un 15%.

Los espacios impactan en nuestra salud física y mental, y, la neuroarquitectura, analiza científicamente cómo los entornos modifican nuestras emociones y nuestros procesos cognitivos. Es una herramienta muy útil que traslada las sensaciones que nos provocan los espacios construidos a datos medibles.  Surgió a mediados del siglo pasado, a raíz de la experiencia del virólogo Jonas Salk, descubridor de la vacuna de la polio. Un viaje a Italia, y un entorno único, como la Basílica de San Francisco de Asís, le permitieron terminar con éxito sus investigaciones. Más tarde contactaría con el arquitecto Louis Kahn con el que construyó el Instituto Salk, referencia mundial en biología y neuroarquitectura.

Esta disciplina lleva décadas entre nosotros, y en la actualidad se complementa con la arquitectura saludable, el agile workplace, del que hablamos al principio, o el lean office, una filosofía de trabajo que tiene como objetivo optimizar las tareas administrativas, ahorrando costes e incrementando la productividad.

Estamos construyendo un nuevo paradigma sustentado en los pilares de la salud, el bienestar, la inclusión y la sostenibilidad, que es además de social, competitivo y rentable.

Publicado con anterioridad en la Revista IFMA edición nº 17

Rita Gasalla es la CEO de Galöw un estudio que se define como pionero en el concepto de Arquitectura Saludable e Interiorismo. Su objetivo declarado es ayudar a grandes empresas, hoteles y edificios residenciales a diseñar, construir y transformarse en espacios en los que el bienestar y la salud de las personas son la prioridad. Rita Gasalla, que además ejerce como presidenta del Observatorio de Arquitectura Saludable – OAS, es una de las profesionales consultadas por Alimarket Hoteles y Restauración para la elaboración del Informe 2021 de Interiorismo en Hostelería, de próxima publicación.

Alimarket: ¿Ha cambiado la pandemia la forma de diseñar los espacios en hoteles y restaurantes? ¿Qué aspectos serían los más relevantes?

Rita Gasalla: Desde luego hemos detectado un creciente interés de nuestros clientes por garantizar no solo el confort, la belleza y la seguridad de los espacios, sino también por buscar una experiencia de cliente realmente diferenciadora y profunda, que sea capaz de marcar la diferencia entre querer volver o no a un establecimiento. La preocupación por la salud ha pasado a ser prioritaria. La pandemia ha cambiado el enfoque que hasta ahora dábamos a los espacios públicos y privados y, de un tiempo a esta parte, se ha entendido y se está interiorizando la utilidad de la arquitectura saludable y la neuroarquitectura que nosotros practicamos.

Anteponer la salud y el bienestar de las personas a otros aspectos en los proyectos y en la construcción, se ha convertido en una necesidad y una cuestión estratégica. Porque hemos visto que el mantenimiento de la actividad en hoteles y restaurantes depende de la calidad de los espacio que ofrezcan a sus clientes. En este sentido, hablamos de Salud Pública, de responsabilidad empresarial y también de retorno económico. Esa es la razón por la que creo que la arquitectura saludable es la arquitectura del futuro es porque además de ser social es rentable. Sin duda esta crisis nos ha servido para reenfocarnos en lo importante, el bienestar físico y mental de las personas.
Y no se trata de una moda pasajera. Es un nuevo estilo de vida de una sociedad que se ha enfrentado a una pandemia de gravísimas consecuencias y que quiere estar preparada frente a retos futuros. En mi opinión, algunos de los aspectos más relevantes a tener en cuenta a la hora de diseñar y construir hoteles y restaurantes son disponer los espacios con proporciones, colores y materiales que generen bienestar mental, según los criterios marcados por la neuroarquitectura y cuidar la calidad del aire, de la iluminación y de la acústica, para que los espacios sean saludables.
Sabemos que podemos mejorar el bienestar de las personas si disponemos de ventilación cruzada; que tener cerca plantas naturales mejora el bienestar mental y el rendimiento; que disponemos de la opción de crear espacios mediante la arquitectura de elección, que es aquella que promueve el uso de la opción más saludable; que los espacios deben ser flexibles y adaptables a las necesidades cambiantes; que necesitamos espacios exteriores y de soleamiento así como orientados al sur y maximizar el disfrute de las vistas si las hubiera. No se trata de encarecer el proyecto sino de enfocarlo adecuadamente para que, con una inversión mínima, tengamos grandes beneficios para la salud de las personas y para los establecimientos.

A.: ¿Qué tendencias en el diseño de hoteles y restaurantes se han visto reforzadas por esta situación?

R.G.: Lo primero que hemos visto es la ventaja que ofrece diseñar espacios que ofrezcan flexibilidad y adaptabilidad, especialmente que sean transformables de interiores a exteriores y viceversa, sin esfuerzo. También que ofrezcan la posibilidad de cambio de uso, para poder optimizar el rendimiento de los espacios ante los cambios continuos de circunstancias a los que nos estamos habituando. A raíz de la pandemia todos nos hemos hecho conscientes de la importancia de la calidad del aire que respiramos.
Los espacios de restauración y los hoteles han tenido que garantizar a sus clientes que estaban en un entorno seguro, con aire limpio. Eso ha sido posible gracias a la ventilación cruzada, a sistemas de ventilación mecánica con medición, filtrado y purificación del aire y a los espacios exteriores en los que los clientes se sienten más seguros.

También ayudan a mejorar la calidad del aire el uso de materiales fotocatalíticos, que en contacto con el aire y en presencia de luz son potenciales reductores de la contaminación atmosférica y poseen propiedades limpiadoras. Los clientes buscan seguridad y los hoteles deben proporcionársela por muchas razones. La primera es que de esta forma procuran bienestar a los usuarios. La segunda razón es que es una manera de fidelizar a sus clientes. Y, por último, cuidarán de sus empleados, reduciendo hasta un 30% el absentismo laboral y aumentando el compromiso y la productividad de la plantilla. Sin lugar a duda, la arquitectura saludable es un elemento diferenciador frente a la competencia y a gran escala puede ser la gran baza del sector turístico en España.

A.: ¿Se han incorporado conceptos nuevos de diseño tras la pandemia?

R.G.: Los dos conceptos principales que se han aplicado son: saludable y flexible. Hemos visto hoteles que convierten sus habitaciones en espacios de coworking de lunes a viernes y que reciben turistas los fines de semana.
Hemos visto hasta hoteles convertidos en hospitales. Los hoteles se han abierto a las necesidades de nuestra sociedad, siendo capaces de ofrecer soluciones imaginativas frente a los problemas. Y aunque hemos pasado lo peor seguimos viviendo un periodo de incertidumbre, en el que flexibilidad y la innovación son criterios que se han convertido en necesarios. Hemos aprendido que tenemos que estar preparados para todo. Se ha producido un cambio de paradigma que ha colocado a la salud en el lugar prioritario. Si somos capaces de garantizar el bienestar físico y mental de las personas, somos sociales, rentables y sostenibles.
A partir de ahí, flexibilidad y adaptación. Los hoteles tienen la función principal de ofrecer la mejor calidad de sueño posible a sus huéspedes y para eso es clave la arquitectura saludable y la neuroarquitectura. Pero, además, pueden ser lugares híbridos, de trabajo, teletrabajo o encuentro. Sus estancias deben estar preparadas para tener una funcionalidad cambiante, dependiendo de las circunstancias y las necesidades de negocio.

A.: ¿Puede citar algún ejemplo de hotel o restaurante diseñado/ejecutado recientemente por su compañía?

R.G.: Si tuviera que escoger, sería por un lado ‘The Observatory’, el restaurante en la última planta del hotel ‘Puerta América’, de Madrid. Es una especie de oasis en la gran ciudad con unas vistas únicas y un jardín vertical magnífico. En ese mismo hotel, también tuvimos oportunidad de diseñar y construir su nuevo lobby. En el proyecto aplicamos materiales y soluciones técnicas para fomentar la salud de los usuarios, redistribuyendo accesos y dependencias operativas y de clientes para optimizar el funcionamiento y cuidando el aire, acabados, luz y colores. El objetivo era conformar un marco funcional, saludable y elegante, que generara una experiencia profundamente diferenciadora para los huéspedes de un hotel de cinco estrellas. Alojarse en un hotel debe convertirse para los usuarios en una experiencia única, agradable y emocionante, de manera que termines tu
estancia allí con ganas de volver.

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